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La tiranía del mérito (2020). Michael J. Sandel. Debate

La tiranía del mérito (2020). Michael J. Sandel. Debate

Resumen de la sesión del pasado mes de Diciembre:

Esta es la segunda obra de Sandel discutida en El Atizador a lo largo de estos últimos años. Y es que Sandel, además de un filósofo notable, es un gran divulgador: capaz de recoger un problema social y darnos claves de lectura, a veces originales, a veces simplemente articuladas de manera eficiente y bien referenciadas. Este último es el caso del presente libro: una crítica a la meritocracia que recoge y articula postulados que nos llevan desde la filosofía moral hasta la crítica sociológica. ¿Cuáles son los problemas de la meritocracia? ¿Cuáles son sus efectos no deseados?

A nivel social: a los perdedores de la carrera por el mérito les genera frustración y resentimiento; sobre los ganadores, estrés e inseguridad. A nivel educativo: desvirtúa la educación como conocimiento y cómo bien social y la degrada a una carrera de obstáculos donde la acreditación prima por encima de las capacidades o el bien colectivo.  El sentido de comunidad se diluye igualmente en la medida en que refuerza todavía más la creencia de que cada uno de nosotros merece su posición en la escalera social (¿dónde queda la geografía, la genética, la familia, el azar histórico…?). A las élites las hace más creídas y mentirosas (“merezco lo que tengo”). Sobre el sistema político refuerza la tecnocracia, genera resentimiento y empuja a los perdedores hacia el populismo.

Como podíamos esperar, a más desigualdad mayor meritocracia: para alcanzar la cima, para diferenciarnos del resto. Una desigualdad que nos empuja a juntarnos, físicamente, en redes sociales y en espacios exclusivos, con aquellos que pueden ayudarnos a promocionar en un mundo donde el ascensor social se encuentra estancado. La meritocracia no sería más que la ideología de una clase privilegiada que necesita sostener su posición social en una pretensión de justicia universal. En ausencia de sentido de comunidad, idolatremos al individuo.

Para llegar aquí, claro, Sandel no ha necesitado sacar a pasear ni a Marx ni a Gramsci. Lástima: se podría haber dicho lo mismo desde postulados que tienen más de cien años. Tampoco nos ha aportado nada, Sandel, sobre los espacios donde una cierta meritocracia podría ayudarnos: ¿realmente tenemos la administración pública que merecemos? ¿Cómo podemos introducir las capacidades reales, y el servicio público, como criterios “objetivos” para mejorar la eficiencia de nuestro sector público? Un texto globalmente interesante, algo repetitivo, pero que funciona bien como testamento de un ídolo caído que se desmorona por momentos.

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