Cerramos este programa de lecturas 2020-2021 dedicado exclusivamente a Camus, con los seis relatos de El Exilio y el Reino. El texto, escrito en el tramo final de su vida, detalla en estas breves historias el planteamiento moral del autor. ¿Qué hay detrás de la angustia rebelde y una existencia sin argumento ni sostén racional? La condición humana, la pequeña e íntima rebeldía. En el libro, los personajes experimentan el dolor, el desánimo, la soledad. También una desazón interior que se traduce en insatisfacción vital. ¿Cómo superar tal estado? A través de la reinserción en el grupo, de la recuperación de vínculos, del sentido de pertinencia. Aquí, la obra de Camus enlaza con otros textos ya tratados en el Atizador el curso anterior (véase Juntos, de Sennet). El desarraigo es el origen de nuestro dolor. El reconocimiento de la vulnerabilidad del otro es la vía para reconocer nuestra propia vulnerabilidad. Nuestro dolor es menos dolor cuando somos conscientes que es compartido e inevitable.
Los personajes del libro ansían y duelen. La mujer que envejece y repasa una vida de anhelos no cumplidos. El misionero que se desea conocer el límite de su fe. El trabajador derrotado en su pulso con un sistema que lo aparta y empequeñece. El maestro que opta por la libertad antes que por el orden. El pintor en relación íntima con su obra y con la percepción social de la misma. El ingeniero, emblema de desarrollo material, en un contexto cultural donde domina el chamanismo. Siempre personajes que combinan una aparente debilidad con una intuición de sentido vital. El hombre desarraigado pero solidario con su entorno, con su comunidad, con su familia. Siempre el individuo confrontado con su circunstancia. Incomprensible pero que nos obliga a actuar, a posicionarnos. Cuesta no ver ente punto a la persona dentrás del autor, francés entre árabes, exiliado culturalmente en una Argelia que está a punto de romper con su pasado europeo. El humanismo de Camus nace de una condición humana que nos iguala y que nos hace humildes. Más allá de toda racionalidad y de todo sentido. Un humanismo que toma la forma de compromiso moral íntimo y personal.