Una obra ingente como ésta, 422 páginas en su edición castellana, da para diferentes empresas intelectuales. A continuación sugiero tres itinerarios:

La primera nos invitaría a seguir el río del pensamiento occidental y tratar de descubrir la condición del hombre rebelde a partir de sus articulaciones históricas. Muerto Dios, descubierta la desnudez del poder ¿Qué hilo une el pensamiento de Espartaco con el de Sade; Rousseau con Hegel o Marx; y Nietzsche con la revolución soviética? ¿Qué separa la rebeldía individual de la metafísica y de la colectiva? ¿Qué lleva del nihilismo ruso a la reivindicación de la rebeldía del creador mediante su obra artística?

La segunda: ¿Cuál es la propuesta ética de Camus? ¿Cómo entender la condición rebelde, del que proclama la lucha contra la injusticia, pero sigue a su vez unos principios en lucha contra otros principios? ¿Hasta que punto existe una noción de límite en esta rebeldía y hasta donde puede el poder subvertir o afianzar esta rebeldía y transformarla en revolución? Y, en este punto: ¿Quién se rebela: el individuo, el grupo o la comunidad? Más allá: ¿Contra quién nos rebelamos? ¿contra otro grupo? ¿contra el poder?

Finalmente, la clave más reflexiva y subjetiva: ¿Cómo nos interpela este libro a día de hoy? Envueltos por contradicciones evidentes y sistémicas, injusticias clamorosas, desequilibrios de poder capaces de establecer la línea que separa lo factible de lo irracional ¿Cómo defender la actitud rebelde? ¿Cómo ejercerla? Al fin y al cabo ¿Cómo deberíamos leer a Camus setenta años después de que reflexionase sobre la condición rebelde en un contexto social e histórico tan diferente al nuestro?

David Murillo.

Marzo 2021